Con el término en inglés BULLYING,
nombramos el maltrato
entre escolares que se
produce de manera
reiterada y a lo largo de determinado tiempo.
Otros términos para definirlo son: violencia
escolar, acoso escolar, hostigamiento escolar o maltrato escolar.
Todos estos vocablos, nos dan una dimensión de la rudeza de la
temática que enfrentamos.
El
maltrato puede ser físico o psicológico y se produce en el mundo
real (aula, patio, lugares públicos, etc) y en el mundo virtual
(utilizando como medio para concretar el hostigamiento a las redes
sociales). En este último caso, hablamos de Ciberacoso.
Dadas las características de
reiteración y prolongación en el tiempo, la violencia escolar
resulta en una tortura para la víctima que es burlada, hostigada,
denigrada y hasta maltratada físicamente por uno o más sujetos.
Aunque el maltratador sea sólo uno, muchas veces el grupo de pares
resulta ser cómplice, aunque más no sea con el silencio, de lo que
ocurre. De este modo el chico maltratado se siente aislado y
aterrorizado; apareciendo manifestaciones psicológicas de este
sufrimiento: nerviosismo, miedo, tristeza, aislamiento y, en
casos extremos, pensamientos suicidas.
Frente a esta problemática tan actual,
los agentes que deben involucrase son varios: el grupo de pares,
la escuela, la familia, el Estado y diversos profesionales que
puedan apotar una mirada amplia a un problema que es social,
cultural, de valores y psicológico. Todos somos parte de la
prevención, la educación y la detección de estas situaciones de
violencia.
Un niño/niña que está sufriendo la
violencia escolar, da señales físicas y emocionales. La familia y
los educadores deben estar atentos a estas manifestaciones y deben
involucrarse.
Para muchos adultos, la adolescencia es
una etapa difícil y conflictiva frente a la que no saben muy bien
cómo actuar. No debemos subestimar ni naturalizar ni siquiera la más
mínima situación de violencia. Frente a la duda o sospecha, lo
mejor es consultar con profesionales que nos orienten y pedir la
participación de la comunidad educativa. Y, como siempre, nada mejor
que el diálogo permanente con los adolescentes para mantenernos
cerca de ellos, contenerlos, orientarlos y saber más de la realidad
que les toca enfrentar.
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